Continuamos el viaje plagado de colas, en medio del vitoreo clásico de los ayudantes (“corrase mamaita porfa”, “enmedio hay espacio jefe colabore”) y policías de transito despistados… llego al lugar en donde tengo que transbordar, agradecido con la madre naturaleza por disipar un poco la lluvia, voy caminando buscando un refugio para esperar el bus que me trasladará hacia mi destino final, de pronto, el rugido de los neumáticos apartando el agua del camino es el perfecto preámbulo que me anunciaba, un inminente cambio de humor, medio cierro lo ojos, encojo los hombros y detengo la marcha, sin embargo, el continuo recorrido del automóvil forma una, pequeña, suave y helada ondulación que tiene el tamaño necesario para cubrir por unos cuantos centímetros mis zapatos, (recién lustrados por cierto), con demonios en mi cabeza observo como se aleja el imprudente conductor, llego a mi trabajo, me preparo una tasa de café caliente, suspiro y pienso:
“Solo es un Lunes Cualquiera…”.
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