viernes, 13 de marzo de 2020

García Marquez, el miedo y el Coronavirus

Hay algo más contagioso que una pandemia... y es justamente el MIEDO a ella, lamentablemente, vivimos es una sociedad de psicosis grupal o miedo colectivo que es generado por nosotros mismos (somos nuestro peor enemigo), y el pánico masivo que estamos generando alrededor del Coronavirus (sin querer menospreciar el peligro que conlleva el virus) nos está causando una crisis desmedida, un impacto económico negativo y una necesidad ficticia por apoderarnos de cosas que no nos ayudan a prevenirlo.



Gente comprando cajas de alcohol en gel, docenas de paquetes de papel para baño y tantas otras cosas (innecesarias) más que la gente compra, me recuerdan mucho a un cuento escrito por Gabriel García Marquez, quien describe a un pueblo que propicia una verdadera desgracia de algo que al final ni era nada, justamente así como lo estamos viviendo ahora, le comparto el cuento y espero que lo lean, para que puedan encontrar las diferencias:



Algo muy grave va a suceder en este pueblo
(Gabriel García Marquez)


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14.
Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: 
-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.-  
Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. 

El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: 
-Te apuesto un peso a que no la haces-.
Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:  
-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo-.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
-¿Y por qué es un tonto?
-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Entonces le dice su madre:
-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen-.

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
-Véndame una libra de carne-, y en el momento que se la están cortando, agrega:
-Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado-.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas-.
Entonces la vieja responde:
-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras-.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor-.
-Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
-Hay un pajarito en la plaza-.
Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan-.
-Sí, pero nunca a esta hora-.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:
-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos-.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:
-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca-. 





Recomendación final:
Tenemos que aprender a guardar la calma (como en los temblores, que de eso ya estamos acostumbrados), y seguir las instrucciones de higiene y prevención que hay en todas partes; además de no comprar de forma desmesurada, comprar solamente lo necesario en los supermercados para no afectar a los demás. 

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