La Semana Santa del 2020 quedará sin duda en la memoria de todos los que tenemos la suerte (para bien o para mal) de vivir ésta crisis mundial, y es que, Diosito es tan lindo, que escucho las oraciones de muchos evangélicos resentidos y les concedió una Semana Santa sin procesiones, (Acá en Guatemala es una semana llena de fé, color, sabor, tradición y mucha devoción), pero ese mismo Dios, en su infinita sabiduría, también les otorgó a los católicos rencorosos que los primeros tampoco puedan disfrutar de esas calle vacías, jajaja... y antes de que me escriban para adoctrinarme y que defiendan su religión, y decir que no todos los evangélicos querían eso o que ellos respetan... pero eso de andar idolatrando "muñequitos" y bla, bla, bla..., quiero explicarles que no me estoy burlando de ninguna religión, pues lo que quiero decir es que, vamos a tener que agradecerle a un virus que amenaza a la humanidad, la idea de vivir una Semana Santa íntima, sin la sensación de que por cargar una cuadra una majestuosa anda vamos a lavar los pecados del año, o por llorar desmesuradamente mientras ven cómodamente la Villa Dolorosa (o cualquier otra representación de la muerte y pasión de Jesucristo), el virus nos vino a obligar a vivir una semana santa distinta, sin procesiones, sin rituales, sin playa y en el mejor de los casos, tenemos que aprovechar el tiempo para vivir esa pasión, muerte y resurrección de nuestro señor de forma interior, algo interno que nos haga cambiar, mejorar, valorar lo que en realidad debería representar ésta época, o bien, al menos entenderla de mejora manera, en fín, es una lección para todos nosotros. Que la lección sea, que aprendamos a vivir la Semana Santa como mejor nos haga reflexionar. Saludos.